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Entre los temas malditos actuales, no ocupa el último lugar el de la reforma de la ortografía española, pese a que tantos suspiren por ella. La causa tal vez haya que buscarla en la incomodidad que de pronto invade a quienes deben afrontarla cuando se les pregunta si es necesaria. De las respuestas se deduce que el mero planteamiento de la lejana posibilidad de una reforma de las centenarias estructuras de nuestro código ortográfico ni siquiera se les ocurre. Es preferible, al parecer, dejar las cosas como están durante unos siglos más, porque los perjudicados por la situación, no solo profesores y alumnos, sino también legiones de desheredados e ignorantes puros que manchan de puntitos analfabéticos el mapa de Hispanoamérica y otros lugares donde se habla español, quedan bien lejos de las participaciones de los "responsables".