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“Mi hijo me devora”, suspiran las madres. “Consigue vampirizarnos completamente”, observan padres refiriéndose a ese niño que siempre está protestando, que se pega como una lapa, que nunca quiere estar solo, que monta en cólera, que se comporta como un pequeño tirano…
La dificultad de imponer límites a un hijo hay que buscarla en la historia de cada uno de los padres. Las madres lo hacen lo mejor que pueden pero se culpan de no hacerlo suficientemente bien. Y acaban hartándose. Además, muy a menudo los padres no se involucran demasiado.