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En 60 páginas y sin una letra, estableciendo una secuencia sin saltos ni elipsis, el lector lee la crónica del abandono de un perro por sus amos en mitad de la carretera. La desolación, el sentimiento de desarraigo y la tristeza se reflejan a través de un dibujo expresivo y sobrio, abocetado en carboncillo. El álbum tiene como protagonista exclusivo al perro y el escenario de la página en blanco, salpicada por escasos elementos insinuados, juega a sugerir al lector la misma confusión que el animal siente, arrojado a un espacio sin referencias. Con una gran economía de recursos: un trazo en la oreja, un arco en la espalda, un primer plano, muchos significados afloran en cada escena. Este álbum confirma que, por una parte, la lectura de las imágenes puede tener un enorme poder de comunicación y de emotividad y, por otro, que los álbumes para niños no tienen por qué rebosar color para resultar atractivos. Un libro como este supone, en estos tiempos, un ejercicio de sobriedad para dejar que, sin adornos, la ilustración cuente una historia profundamente humana que necesita de un lector interesado para descifrarla.