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Eternidades y Piedra y cielo (1917-1918), los libros que siguen al Diario, responden a un mismo impulso poético, que cabría prolongar al menos hasta Poesía y Belleza. Todos estos libros son magnos ejemplos de la lucha con la palabra por parte de "un inconstante y voluble enamorado de la Permanencia". Si ya lo metapoético está muy presente en la escritura juanramoniana desde Estío, estos dos libros, a los que ahora nos referimos, abren una consciente reflexión sobre la depuración expresiva y conceptual que ha emprendido su escritura desde 1915. En la persecución de la palabra capaz de dotar de sentido al mundo y de construir al yo como conciencia, el análisis de los sentidos y de la inteligencia, del sueño y de la imaginación, de lo material y de lo espiritual, del durar y del sucederse, del amor y, sobre todo, de la palabra, son los grandes temas de Eternidades, un libro en que el poeta hace exhibición -en suma de logros y fracasos- de su pugna por lograr la exactitud y la sencillez, la espontaneidad y la plenitud expresivas.